Era una mañana de Abril como cualquier otra, de esas en las que uno sale amanecido de un bar perdido de Palermo, estábamos con un grupo de amigos en la vereda despidiéndonos, organizando como iba a ser nuestra partida y que rumbo íbamos a tomar cada uno. En ese momento se acerca un flaco, uno más del montón a ofrecernos una 7Up, la agarro porque para variar soy el que siempre le da bola a los borrachos o al desconocido que se acá, dijo – Tómenla, Nadie lo hizo porque pese a estar ebrios y demás yerbas somos niños bien que no consumimos cosas que nos ofrece un desconocido. Ingenuamente pensé, “quiere que se la abramos, pobre, está muy en pedo, no tiene fuerzas ni para esta tarea tan simple”. Luego de abrirla y definir nuestra partida empezamos a caminar hacia nuestros rumbos, yo, como siempre, fui canchereando a devolverle su gaseosa, “muy atento, muchas gracias” me dice, “¿Cómo te llamas?” es mi pregunta de rigor porque en ese momento se me juega la ambivalencia de boludear al borracho y conocer al desconocido, Alfredo, Jorge, no recuerdo bien su nombre pero me lo dijo, Las preguntas de rigor empiezan a caer como cascada de mi parte y me sorprende, porque me las responde con ganas, con ganas de hablar como quien se siente que hace tiempo no es escuchado y tenido en cuenta y entendí rápidamente porque, esa persona, ese desconocido cargaba una historia, una historia pesada e interesante.
Me dijo su nombre pero no lo recuerdo, me dijo que era del sur, no de zona sur sino de Tierra del Fuego o alguno de esos lugares, me dijo exactamente de dónde pero no recuerdo bien. Hacia un mes que vivía en Buenos Aires, se vino porque estuvo conviviendo con una mujer en Tandil, una mujer que conoció por internet y por la que se jugó por amor y recorrió mas de 900 kms para estar con ella y vivir en un departamento de un ambiente con dos hijos que no le pertenecían, la historia no próspero y el destino lo trajo a esta ciudad, donde estaba solo, lejos de sus afectos y sin conocer a nadie. Luego de contarme esto me agarro el brazo derecho y me empezó a hacer masajes, siguió por el izquierdo, le conté que tuve una tendinitis, siguió por la espalda y termino en el cuello, yo miraba a mis amigos con cara de “¿Qué está haciendo?” ellos me devolvieron la mirada con la respuesta de “Estas loco” pero en realidad yo sabía lo que estaba haciendo y también sabía que no estaba loco, los masajes terminaron con un abrazo y un muchas gracias, probablemente nunca más vuelva a ver a esta persona.
En momentos como estos entiendo porque me gusta y porque elegí mi profesión, Este flaco necesitaba hablar mas no sea con un desconocido, porque como todos cargaba una historia, como todos sí, pero la gran mayoría tenemos con quien compartirla, la única manera que tuvo de darme las gracias fueron unos masajes y un abrazo, yo hoy me levante sin un solo dolor como me sucede siempre y con la satisfacción de haberme llevada la historia de alguien que pelea con sus fantasmas y que le pesan un poco. Fue una persona inteligente, sabe que todo lo que a uno le hace bien, lo que uno necesita tiene un precio y lo pago con lo mejor de él, con lo que tenía, sus masajes y un abrazo.
A veces las personas están muy solas y lo único que necesitan es que las escuchen.